domingo, 29 de mayo de 2011

FIESTAS DE ARTAVIA



FIESTAS DE ARTAVIA
Las fiestas del pueblo son el acontecimiento anual por excelencia y se celebran en honor de nuestros santos patronos: San Esteban y San Blas.
Antiguamente daban comienzo el día 2 de septiembre y su duración era de tres días a los que se solía añadir uno más de propina, que le llamaban el de la “abadejada”, porque se preparaba, generalmente con la receta del ajoarriero, un bacalao o abadejo que era consumido al atarcecer como merienda-cena en cuadrillas y sana camaradería por mozos y no tan mozos.
Posteriormente se cambiaron de fecha al primer fin de semana de septiembre, para evitar que el día 2 cayera a principios o mediados de la semana y dificultara el poder asistir a residentes fuera del pueblo y trabajadores.
La duración siguió siendo la misma y su programa, en los últimos años, es más o menos el siguiente:


Viernes- Lanzamiento del cohete a las doce del mediodía, volteo de campanas y chistorrada en la plaza del pueblo para todos los asistentes. Comida por cuadrillas.
Por la tarde juegos infantiles y playback. Campeonatos de mus y brisca. Partido de fútbol entre veteranos y jóvenes.
Por la noche cena de hermandad y actuación de la orquesta contratada, conforme al presupuesto de que se disponga.
Sábado- Misa y procesión en honor de San Esteban.
Resto de la mañana juegos infantiles. Por la tarde “Ronda copera” (f) y concurso de disfraces.
Por la noche baile-verbena con orquesta.
Domingo- Romería y Misa en la ermita de San Blas. Almuerzo de caridad ofrecido por distintos vecinos. Por la tarde espectáculo taurino y actuación de un grupo de jotas.
Lunes- Como final de fiestas, a las nueve de la noche, concurso de calderetes, reparto de premios de todas las modalidades y traca de petardos.

(f) LA RONDA COPERALos días de las fiestas y terminada la comida, alguno de los músicos de la orquesta contratada, solían acompañar a la cuadrilla de mozos, tocando alegres pasacalles, para hacer lo que se llamaba la “ronda copera” que consistía en ir casa por casa, por las de todo el pueblo, a tomar copas.
Los mozos iban saltando y cantando agarrados, unos con sus guitarras, algún acordeón y los otros, a falta de instrumento, con palos en las manos que golpeaban contra el suelo a modo de percusión con los que seguir el ritmo.
Las cabezas cubiertas con gorros y sombreros de los más variado y sobre su vestimenta alguna prenda con la que hacer la risa, algún delantal, alguna bata de mujer, un sostén gigante, unas gafas de aumento de las de “culo de botella”. Un poco disfrazados, ¡vamos!
En ocasiones también paseaban animales, burros, mulos, cabras, que no se libraban de las bromas más pesadas.
La cuestión era pasárselo bien y dar alegría a las casas que visitaban.
Cada casa ya tenía dispuesta sobre su mesa del comedor o cocina los licores y la cajica de pastas ó galletas con las que obsequiar a la ronda.
Los mozos se servían a su discreción, cantaban alguna jota y ranchera, la mayoría de las veces acompañados por los moradores de la casa, a quien habían contagiado su alegría, y la abandonaban para ir a la siguiente.

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